lunes, 18 de noviembre de 2013

EL ARTE INSTRUCCIONAL DOCENTE, LA ETICA Y LOS VALORES EN LA UNIVERSIDAD.



EL ARTE INSTRUCCIONAL DOCENTE, LA ETICA Y LOS VALORES EN LA UNIVERSIDAD.

      Sin lugar a dudas que en un mundo, donde el control de las ciencias y la tecnología define directamente las relaciones de dominación entre los países, la participación activa de la universidad, centro y fundamental expresión del pensamiento complejo en el mundo, es imprescindible en la lucha por lograr el tan anhelado equilibrio de poder entre las naciones, de manera que sus relaciones se establezcan en función de los principios de respeto, solidaridad y justicia y no de explotación y dominación de unas culturas por otras.

       En los países desarrollados, cada vez se acerca más a la posibilidad de abandonar los valores existentes de relaciones entre los seres humanos, para asumir posturas vacías hipócritas perspectivando una visión de deshumanización planetaria y proceder a extinguir o dejar en el abandono absoluto al valor más preciados del mundo las mayorías de seres humanos que habitan el mundo, lo cual puede llegar a constituir una amenaza contra la supervivencia del modo de vida  que hoy  conocemos.

      Ante esta realidad mundial actual, es posible imaginar que se pueda imponer un reto ético contrario a algunas señales negativas observadas de manera  que se convoque a la formación de un hombre más humano, más racional, más comunicativo, más afectivo, más respetuoso de la realidad. Y es de eso de lo que se trata cuando se coincide en el llamado por la construcción de una nueva ética, donde la participación universitaria es fundamental dada sus inmensas facilidades al respecto, por una parte, y por ser centro por excelencia de la creación intelectual en todas sus formas, por la otra. Éste sería el primer gran reto ético de las universidades de los países llamados emergentes, entre ellos Venezuela.

      Pero para ello, las universidades deben enfrentar sus limitaciones, muchas de ellas en valores, las cuales constituyen un obstáculo gigantesco para convertirse en los centros ideológicos de elaboración alterna ante el proceso de deshumanización puesto en marcha en el planeta desde hace ya algún tiempo. Estas limitaciones  comienzan por la nula percepción del problema que se avisora, lo que lleva a la ausencia de preparación y de estudios para enfrentarlo.

      Afortunadamente, en varios países  se viene dando un movimiento científico muy serio de construcción de una nueva ética de valores superiores a los existentes y ya conocidos, que enfrenta además de manera científica y decidida las tendencias deshumanizadoras en desarrollo en el planeta y coloca la discusión en el centro mismo de esas sociedades, a la par de efectuar todo un magnífico esfuerzo por crear la conciencia debida en los países de poco esfuerzo, víctimas de las permisividades  actuales y con el riesgo de desaparecer ante las tendencias deshumanizadoras en desarrollo.

      Pero existen otros retos que las universidades del tercer mundo deben asumir, so pena de resultar inefectivas e ineficientes en su tarea de lograr incrementos importantes de la producción de investigación para la generación de bienes sobre el desarrollo económico, social y político de las sociedades y la consecuente ausencia de la elevación del nivel de vida de los ciudadanos que habitan el mundo de  visión emergente. Estos retos están presentes en Venezuela y no han sido asumidos con responsabilidad  por la universidad venezolana y posiblemente tampoco por la latinoamericana.

      Por tanto, la universidad, como cuna y expresión de la actividad intelectual creadora, está llamada a desempeñar un papel preponderante en la lucha por una nueva ética, que rija la relaciones entre los individuos y entre los pueblos de una nueva manera, que no atropelle, que no pretenda por ningún medio homogeneizar culturas, deseos e historias; una ética de la solidaridad, de reconocimiento y por lo tanto de respeto a las diferencias; que de paso a la pluralidad y el diálogo entre las diferentes culturas, al reconocimiento y valoración del otro; un nuevo pensamiento que legitima las diferencias y nos permita recuperar la identidad, que reivindica el derecho de todos a su praxis, enfrentados a sus propios mundos, tal como son, donde la racionalidad comunicativa  promueva elementos de validez de la universalidad que se fundamenta en la diversidad compleja y de estandarización que reivindica la generalidad del todo y las partes basada en la pluralidad cultural, forjada a lo largo de la vida a partir de sus propias prácticas sociales y su propia ética.



      Lo expuesto, implica ver la relación de la ética con la educación como la gran fuerza en época de crisis de valores para la transformación progresiva de la visión del mundo, de las identidades nacionales, apoyada en esta relación la gestión educativa debe orientarse hacia la búsqueda de nuevos horizontes para la formación del hombre integral guiado por valores éticos que le permitan consolidar en su contexto,  existenciales que lo hagan coherente consigo mismo y con la sociedad.
       
      De tal manera que desde la educación se vaya gestando una cultura que globalice también la justicia, la solidaridad, y una hermandad real. Para lograrlo, se requieren cambios estructurales en las misiones, funciones y formas organizativas, además de considerar cambios en la valoración del hombre, como en la experiencia cotidiana y profesional de sus docentes.
       
      En este sentido, vale resaltar que la ética en el arte instruccional didáctico del docente universitario, debe estar fundamentada en la aplicación de teorías y métodos de enseñanza con el uso de recursos y medios que tengan la direccionalidad para llegar a sus estudiantes, y llevar la seguridad para inducir un mejoramiento de su competencia profesional, que no se resuelve mediante el aprendizaje de meros saberes teóricos o puramente técnicos sino a la orientación esencial del quehacer educativo con el compromiso en valores docente.

      En la nueva sociedad del conocimiento, la educación juega un papel fundamental y debe fundamentarse en la búsqueda de la calidad, la competencia y eficiencia personal por cuanto la actual educación debe responder  a las exigencias del mundo globalizado y postmoderno; por ello se hacen esfuerzos por transformar la universidad y por la implantación prácticamente en todo el mundo de reformas sustanciales de los actuales sistemas educativos, especialmente en el sistema de formación permanente del docente. Como medio de garantizar que la universidad retome su verdadera dimensión educativa y ética.





Dentro de este marco, la dimensión ética del debate educativo en Venezuela, como en la mayoría de países del continente latinoamericano, se expresa en intenciones relativas a fortalecer la democracia, el respeto, la defensa y la promoción de los derechos humanos y los valores (como contrapartida a la tendencia históricamente generalizada en los antivalores multiplicados e incluso a través de los medios),  lo que requiere desde el Estado políticas y acciones de orden socioeconómico que le den a los ciudadanos la posibilidad de resolver sus necesidades básicas, así como también transformar situaciones de violencia, impunidad, corrupción e inequidad. Por ello, son necesarias políticas y acciones educativas tanto para la universidad, como para la sociedad en su conjunto. De allí que, la participación de la universidad en este proceso sigue siendo un tema  de discusión obligada, en la medida que todos los actores sociales apuntan hacia ella en la búsqueda de soluciones a los problemas que vive la sociedad venezolana.

De esta manera, la educación en valores debe promover cambios significativos que conduzcan a la formación de un ser humano capaz de desenvolverse en una sociedad pluralista en la que pueda de manera crítica practicar como norma de vida la libertad, la tolerancia, la solidaridad, la honestidad y la justicia. Sin embargo, parece que el sistema educativo ha olvidado su función primordial de formar personas. Por consiguiente, es necesaria una educación integral que visualice y oriente las diversas inquietudes que puedan presentar sus integrantes. Ahora bien, esto no significa sólo predicar, transmitir o proponer valores, sino unirlos en la praxis educativa.

En este sentido, la construcción de una cosmovisión sobre el arte instruccional didáctico para la promoción en valores de un proyecto de vida personal, profesional y espiritual desde el punto de vista de social,  es una tarea impostergable de la universidad, analizar la gravedad de la ausencia de valores ético-morales en la formación ciudadana como la de mayor relevancia para lograr el establecimiento y el rescate de normas y valores que conlleven al hombre a practicar el respeto, la autoestima, la honradez, la sinceridad, la confianza. Por ello, cualquier intento que se oriente a dar soluciones a problemas que puedan presentarse en este ámbito, tienen que considerarse de gran significado y de beneficio para toda la sociedad.