EL ARTE INSTRUCCIONAL DOCENTE, LA ETICA Y
LOS VALORES EN LA UNIVERSIDAD.
Sin
lugar a dudas que en un mundo, donde el control de las ciencias y la tecnología
define directamente las relaciones de dominación entre los países, la
participación activa de la universidad, centro y fundamental expresión del
pensamiento complejo en el mundo, es imprescindible en la lucha por lograr el
tan anhelado equilibrio de poder entre las naciones, de manera que sus
relaciones se establezcan en función de los principios de respeto, solidaridad
y justicia y no de explotación y dominación de unas culturas por otras.
En los países desarrollados, cada vez se
acerca más a la posibilidad de abandonar los valores existentes de relaciones
entre los seres humanos, para asumir posturas vacías hipócritas perspectivando
una visión de deshumanización planetaria y proceder a extinguir o dejar en el
abandono absoluto al valor más preciados del mundo las mayorías de seres
humanos que habitan el mundo, lo cual puede llegar a constituir una amenaza
contra la supervivencia del modo de vida
que hoy conocemos.
Ante
esta realidad mundial actual, es posible imaginar que se pueda imponer un reto
ético contrario a algunas señales negativas observadas de manera que se convoque a la formación de un hombre
más humano, más racional, más comunicativo, más afectivo, más respetuoso de la
realidad. Y es de eso de lo que se trata cuando se coincide en el llamado por
la construcción de una nueva ética, donde la participación universitaria es
fundamental dada sus inmensas facilidades al respecto, por una parte, y por ser
centro por excelencia de la creación intelectual en todas sus formas, por la
otra. Éste sería el primer gran reto ético de las universidades de los países
llamados emergentes, entre ellos Venezuela.
Pero
para ello, las universidades deben enfrentar sus limitaciones, muchas de ellas
en valores, las cuales constituyen un obstáculo gigantesco para convertirse en
los centros ideológicos de elaboración alterna ante el proceso de
deshumanización puesto en marcha en el planeta desde hace ya algún tiempo.
Estas limitaciones comienzan por la nula
percepción del problema que se avisora, lo que lleva a la ausencia de
preparación y de estudios para enfrentarlo.
Afortunadamente,
en varios países se viene dando un
movimiento científico muy serio de construcción de una nueva ética de valores
superiores a los existentes y ya conocidos, que enfrenta además de manera
científica y decidida las tendencias deshumanizadoras en desarrollo en el
planeta y coloca la discusión en el centro mismo de esas sociedades, a la par
de efectuar todo un magnífico esfuerzo por crear la conciencia debida en los
países de poco esfuerzo, víctimas de las permisividades actuales y con el riesgo de desaparecer ante
las tendencias deshumanizadoras en desarrollo.
Pero
existen otros retos que las universidades del tercer mundo deben asumir, so
pena de resultar inefectivas e ineficientes en su tarea de lograr incrementos
importantes de la producción de investigación para la generación de bienes
sobre el desarrollo económico, social y político de las sociedades y la
consecuente ausencia de la elevación del nivel de vida de los ciudadanos que
habitan el mundo de visión emergente.
Estos retos están presentes en Venezuela y no han sido asumidos con
responsabilidad por la universidad
venezolana y posiblemente tampoco por la latinoamericana.
Por
tanto, la universidad, como cuna y expresión de la actividad intelectual
creadora, está llamada a desempeñar un papel preponderante en la lucha por una
nueva ética, que rija la relaciones entre los individuos y entre los pueblos de
una nueva manera, que no atropelle, que no pretenda por ningún medio homogeneizar
culturas, deseos e historias; una ética de la solidaridad, de reconocimiento y
por lo tanto de respeto a las diferencias; que de paso a la pluralidad y el
diálogo entre las diferentes culturas, al reconocimiento y valoración del otro;
un nuevo pensamiento que legitima las diferencias y nos permita recuperar la
identidad, que reivindica el derecho de todos a su praxis, enfrentados a sus
propios mundos, tal como son, donde la racionalidad comunicativa promueva elementos de validez de la
universalidad que se fundamenta en la diversidad compleja y de estandarización
que reivindica la generalidad del todo y las partes basada en la pluralidad
cultural, forjada a lo largo de la vida a partir de sus propias prácticas
sociales y su propia ética.
Lo
expuesto, implica ver la relación de la ética con la educación como la gran
fuerza en época de crisis de valores para la transformación progresiva de la
visión del mundo, de las identidades nacionales, apoyada en esta relación la
gestión educativa debe orientarse hacia la búsqueda de nuevos horizontes para
la formación del hombre integral guiado por valores éticos que le permitan
consolidar en su contexto, existenciales
que lo hagan coherente consigo mismo y con la sociedad.
De
tal manera que desde la educación se vaya gestando una cultura que globalice
también la justicia, la solidaridad, y una hermandad real. Para lograrlo, se
requieren cambios estructurales en las misiones, funciones y formas
organizativas, además de considerar cambios en la valoración del hombre, como
en la experiencia cotidiana y profesional de sus docentes.
En
este sentido, vale resaltar que la ética en el arte instruccional didáctico del
docente universitario, debe estar fundamentada en la aplicación de teorías y
métodos de enseñanza con el uso de recursos y medios que tengan la
direccionalidad para llegar a sus estudiantes, y llevar la seguridad para
inducir un mejoramiento de su competencia profesional, que no se resuelve mediante
el aprendizaje de meros saberes teóricos o puramente técnicos sino a la
orientación esencial del quehacer educativo con el compromiso en valores
docente.
En
la nueva sociedad del conocimiento, la educación juega un papel fundamental y
debe fundamentarse en la búsqueda de la calidad, la competencia y eficiencia
personal por cuanto la actual educación debe responder a las exigencias del mundo globalizado y
postmoderno; por ello se hacen esfuerzos por transformar la universidad y por
la implantación prácticamente en todo el mundo de reformas sustanciales de los
actuales sistemas educativos, especialmente en el sistema de formación
permanente del docente. Como medio de garantizar que la universidad retome su
verdadera dimensión educativa y ética.
Dentro
de este marco, la dimensión ética del debate educativo en Venezuela, como en la
mayoría de países del continente latinoamericano, se expresa en intenciones
relativas a fortalecer la democracia, el respeto, la defensa y la promoción de
los derechos humanos y los valores (como contrapartida a la tendencia
históricamente generalizada en los antivalores multiplicados e incluso a través
de los medios), lo que requiere desde el Estado políticas y acciones de
orden socioeconómico que le den a los ciudadanos la posibilidad de resolver sus
necesidades básicas, así como también transformar situaciones de violencia,
impunidad, corrupción e inequidad. Por ello, son necesarias políticas y
acciones educativas tanto para la universidad, como para la sociedad en su
conjunto. De allí que, la participación de la universidad en este proceso sigue
siendo un tema de discusión obligada, en la medida que todos los actores
sociales apuntan hacia ella en la búsqueda de soluciones a los problemas
que vive la sociedad venezolana.
De
esta manera, la educación en valores debe promover cambios significativos que
conduzcan a la formación de un ser humano capaz de desenvolverse en una sociedad
pluralista en la que pueda de manera crítica practicar como norma de vida la
libertad, la tolerancia, la solidaridad, la honestidad y la justicia. Sin
embargo, parece que el sistema educativo ha olvidado su función primordial de
formar personas. Por consiguiente, es necesaria una educación integral que
visualice y oriente las diversas inquietudes que puedan presentar sus
integrantes. Ahora bien, esto no significa sólo predicar, transmitir o proponer
valores, sino unirlos en la praxis educativa.
En
este sentido, la construcción de una cosmovisión sobre el arte instruccional
didáctico para la promoción en valores de un proyecto de vida personal,
profesional y espiritual desde el punto
de vista de social, es una tarea impostergable de la universidad, analizar la gravedad de
la ausencia de valores ético-morales en la formación ciudadana como la de mayor
relevancia para lograr el establecimiento y el rescate de normas y valores que
conlleven al hombre a practicar el respeto, la autoestima, la honradez, la
sinceridad, la confianza. Por ello, cualquier intento que se oriente a
dar soluciones a problemas que puedan presentarse en este ámbito, tienen que considerarse
de gran significado y de beneficio para toda la sociedad.